Así soy yo,
tan impertérrito como una peñasco
pero a la vez ladrón de sonrisas;
hoy me siento como un faro en sabulosos páramos,
con mis ojos escarchados que llevan al poeta
a lomos del unicornio de Silvio para deshacer
los abrazos que hoy
se escondían
entre tu espalda
y mi pared.
Agazapado en una esquina
he visto pasar la tarde,
y aquí sigo, a la sombra de una farola
con mis gatos y tu basura.
Recuerda, sólo soy un poeta;
puedo escribirte los versos más queridos
pero también los más odiados.
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